Estaba ahí parada frente a la puerta del cuarto de hotel, cuantas veces había esperado ese momento y ahora deseaba irme corriendo, sentía como el corazón palpitaba de manera acelerada en el pecho y hacía eco en todo el cuerpo. Tantas cosas habían pasado para estar ahora en este instante. ¿Valdría la pena? Era la pregunta que me hacía desde que subí al avión para llegar aquí y estar ahora a unos segundos de tocar la puerta y….
Toqué…. El tiempo se detuvo, todo empezó a girar, pasó una eternidad antes de que se abriera la puerta. Ahí estaba, parado mirándome, su expresión cambió varias veces, primero desconcierto, luego asombro y finalmente sonrió, me dio la mano, besó mi mejilla y me invitó a pasar.
Lucía realmente hermoso, traía solo un short puesto, caminaba descalzo por la habitación indicándome donde podía sentarme, quitó un montón de revistas de una silla y me senté… gracias a Dios, porque mis piernas ya no me sostenían. Me miraba como si no lo creyera que finalmente estaba ahí, o tal vez arrepentido de haber abierto la puerta, no lo sé, quiero creer que fue lo primero. Mientras preguntaba como me había ido buscaba algo de beber para ofrecerme, sacó una botella de vino tinto y me brindó una copa, lo bebí sin saborearlo porque mi boca estaba seca, casi no podía hablar. Empezó como lo había hecho todos los días durante los últimos meses, Hola, cómo estás, y llegamos al tema que tanto le gusta, me invitó a ver algunas fotos en su computadora, me dijo que me sentara frente al monitor y tras de mi movía el teclado y el mouse, sentir su respiración tan cerca estaba acabando con mi razón. Qué estaba viendo en el monitor, no lo recuerdo, pero puedo describir a detalle su respiración y el olor de su cuerpo. Finalmente puse atención, ahí estaban las fotos que durante estos meses le envié, pasaban frente a mí y sentía como subían los colores a mi cara, como pude ser tan atrevida, pero el mayor de los atrevimientos era estar ahí en ese momento y en ese lugar. En silencio miramos las fotos que parecían no agotarse, de pronto sentí una mano que bajaba por mi pecho, y empezó a meterse bajo la blusa, seguí mirando el monitor, sintiendo una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo y me estremeció. La mano continuó su camino y llegó a mi pecho que envolvió con toda la palma, luego empezó a tocar con suavidad el pezón, sentí como su respiración fue agitándose poco a poco y con la de él, la mía, la otra mano quitó mi cabello de la nuca y sus labios la besaron suavemente. Te traje algo, le dije, para romper aquella situación que se estaba poniendo muy candente para apenas hacer unos minutos que nos mirábamos por primera vez, después de conocernos desde hacía meses. Me permitió que me levantara y fui por mi cartera. Saqué una bolsa negra de plástico y la vacié sobre la cama, su expresión demostró una gran fascinación. Se acercó y me dio un beso en la mejilla, luego se subió a la cama y empezó a tocar cada una de aquellas pantaletas dispersas sobre la colcha, había de muchos estilos y colores, las tomaba y separaba las que no había visto antes de las que ya conocía, separó una de manera especial, era blanca con encajes a los costados, y dijo esta es la mía verdad? La voy a guardar aquí, y la metió en el cajón de la mesita de noche. Ven me dijo, invitándome a subir a la cama, me quité los zapatos y retiré las pantaletas sentándome junto a él, mira esta le dije, dándole una roja, es la que te digo que es muy suave, es como andar desnuda, la tocó y la pasó por su mejilla, tienes razón, contestó es muy suave, la fue bajando por su pecho y la puso en mis manos, luego me preguntó como todos los días, cuál te tocó hoy? Me puse roja, sentí que la cara me ardía, se rió de mi, rosa, le dije, la de la costurita atrás me preguntó, no le respondí, es nueva, no la conoces, y no me vas a preguntar si la quiero conocer, me dijo, si, la quieres conocer y tocar le contesté. Sentía como el corazón se me quería salir del pecho, ahora no era nada a través del monitor, estaba ahí sentada junto a él en su cama, llena de las pantaletas que le había descrito y las podía ver y tocar al igual que la que yo traía puesta en ese momento. Con delicadeza me hizo que me recostara, desabrochó mi pantalón y empezó a bajarlo, finalmente lo quitó y lo tiró a un lado. Temblaba como una hoja en el invierno, no podía controlarme. Solo tenía que disfrutar ese instante y dejarme llevar, ya no había marcha atrás, no quería que viera mi cuerpo, los años pasan y dejan sus huellas, sin embargo a él parecía no importarle nada, solo contemplaba mis piernas y sus ojos como sus manos fueron subiendo lentamente hasta llegar a mis pantaletas……. Empezó acariciar la tela, tocaba cada centímetro con una delicadeza que me estaba llevando al éxtasis, sus dedos recorrían los encajes como si en ellos pudiera leer algo, fue acercando su cara a mi pelvis, con sus mejillas tocó el vientre, y fue bajando hasta llegar al monte de Venus, donde pasó sus labios y me hizo estremecer, deseaba tanto que quitara mis pantaletas y me tomara ya, mis piernas quería abrirse para permitirle todo, pero iba tan despacio que me estaba enloqueciendo